Cambiamos el presente pensando en el pasado y viendo hacia el futuro...
Pero la vida no puede vivir si sólamente se piensa en el pasado, hay que disfrutar el presente y dejar que el futuro venga por sí solo.
Como una vez alguien me dijo: "El pasado es pasado, el presente es la vida y el futuro es un misterio por venir"...

19 diciembre 2011

Pórtico de Melpómene (Completo)

Aquí les dejo el poema completo... Espero les haya gustado. (Aunque se que sólo me leen dos personas ;-)


Melpómene, la musa de la tragedia viene…

-¡Oh! Y esta noche el viento no sé qué ritmo tiene,

Solemne, ¡doloroso! No sé qué notas huecas,

Bajo el marchito bosque, sobre las hojas secas,

Junto a las muertas aguas…

                                                         -Melpómene, ¿qué es esto?

Hoy tienes, más que nunca, desencajado el gesto,

Frías las manos; frías como de mármol: ¡frías

Como de muerta! Cuenta qué ha sido de tus días;

Cuenta por qué escondidas cavilaciones viejas

Te ahondan las miradas el arco de las cejas.

Tiemblan tus ojos. Cuenta por qué tiemblan tus ojos,

Y aduérmeme sobre ellos, como a los niños buenos…

  Estás terrible. Vierten tus pestañas severas

Un tinte de violetas de invierno en tus ojeras,

Y como rosas manto de oro, tus mejillas

Se alargan ovaladas, fragantes y amarillas…



Tus ojos se me antojan más negros que otras veces,

La solitaria esfinge de un páramo pareces.

¿Qué tiene tus pupilas? Hoy noto que están ellas

Muchísimo más tristes que todas las estrellas.



Melpómene: Me acuerdo de aquella cacería…

El bosque es medianoche, y la mujer que huía…

Yo en pos, con ambos brazos hambrientos extendidos,

Allá por los más agrios senderos escondidos;

Y ella adelante siempre, jadeando de congojas,

Mientras su fuga hacía crujir las muertas hojas.

¿Recuerdas? A la lumbre lunar, apenas era

Como un fantasma aquella mujer de mi quimera,

Que yo amaba y odiaba desesperadamente.

Después, junto a la margen sonora de una fuente,

Cayó…¡Caíste! ¡Puesto que eras tú misma! Estabas

Pálida como ahora… Temblabas… Oh, temblabas

Como ahora… Caíste vencida, agonizante…

Y yo rodé por tierra, desmelenado, hipante,

Y comencé a besarte y comencé a morderte,

Como quien va a matarte, por fin, ¡o a poseerte!...



Después fuiste mi sombra de mala agorería…

Un lamento que pasa…, una traición que espía…,

Un poco de crespones y de ceniza; un poco

De miedo, de vergüenza, de pensamiento loco…

Luz de mis ojos…, boca de antojo y de lascivia…,

Beso que no se cumple…, rencor que no se entibia…,

Visión de desvarío, de ensueño y de pecado…

¡Antes de que te toque, ya sé que me has manchado!

Un eco en una tumba: Eso es lo que tú eres.

¡Pero por eso mismo, de par en par abiertas,

Están para tu paso mis consagradas puertas;

Y en toda noche infame, con un amor mendigo,

En tálamos monstruosos soñarás conmigo…



Es raro tu destino, trágica musa. Pero…

Zeus lo manda. Zeus ha dicho: Así lo quiero.

Son para ti las aras en que doblegan el toro

Los coronados cuernos mientras salmodia el coro.

Es tuya aquella estatua que con un signo hace

Guardar silencio, ante esa tumba en que un hombre yace.

Es tuyo, en el propileo, cada agrietado plinto;

Tuyas las sepulcrales calles del laberinto.

Es tuya esa ondulante víbora que discurre,

Por tanto sacro mármol donde a dormir se escurre.

Es tuyo el eco vano; tuya la piedra rota;

Tuya esa inútil agua que entre las ruinas brota;

Tuyo el intercolumnio del templo derruido,

En medio de este inmenso silencio del olvido;

Tuyo el carcaj que brilla con lámina siniestra;

Tuyo el ensangrentado puñal de Clitemnestra;

Tuya la eterna Roma que se enrojece y arde;

Tuya la Luna, a solas con el Sol en la tarde…;

Tuya la noche, tuya la sombra, hebra por hebra,

La urna que se rompe, la losa que se quiebra;

Tuyo el Sit, tivi, levis y el requiescat in pace,

Y tuya toda cosa que en polvo se deshace.



Eres sacerdotisa de todos los que gimen:

Esfinge del misterio y oráculo del crimen.

Pero sin la tragedia, sin la llaga y la herida,

Sería algún suceso muy mísero la vida.

Se ha menester el puño chispado de amargura,

Y el hacha que destroza de un golpe la armadura.

Ha menester la tierra, de la sentencia inscripta

Con sangre sobre el mármol funeral de una cripta.

Los campos se avergüenzan de las vitales mieses:

¡Ellos quisieran bosques profundos de cipreses!

¡Yo te declaro eterna, Melpómene enemiga,

Melpómene traidora, Melpómene mendiga!

Cae en mis brazos, musa; sobre mis brazos cae…

Tu llanto me refresca: tu infamia me distrae…



Ayer, cuando tornaba del camposanto, ¡oh musa!,

Con la cabeza baja, con la razón confusa,

Y con los ojos llenos de lágrimas estaba

Junto a mu umbral, la Muerte.

                                                  Me dijo: -Te esperaba.

Se deslizó conmigo por el zaguán oscuro,

Palpando como una ebria los zócalos del muro.

Cogióme de la mano. Me estremecí de frío.

Abrimos las dos puertas de un gran salón vacío.

-No, no es aquí; sigamos…

                                                  Seguimos poco a poco,

Abriendo puertas, puertas…

                                                 ¡Y no era allí tampoco!

Atravesamos juntos el patio. Anduvo…, anduvo…

Iba…, tornaba…; iba…, tornaba… Se detuvo.

Era la alcoba en donde mi madre balbucía

Las tristes oraciones de la viudez sombría.

Entre sus nobles manos brillaba el crucifijo.

La muerte, en una mueca letal:

                                                  -Aquí es, me dijo.

-¡No! ¡No entres!- clamaba mu súplica-. ¡No entres!

¡Ciega te vuelva el Cielo para que no la encuentres!

¡Y mi rencor te muerda! ¡Y mi dolor te ladre!-

Pero ella entró, y ahora yo ya no tengo madre…



Deja que llore, deja correr mi amargo lloro.

Unos tenemos llanto, como otros tienen oro…

Ayer, cuando mi madre finó su trayectoria,

Cantaban las campanas del sábado de gloria.

Ayer, cuando mi padre se ahogaba de agonía,

Cascabeleaba el mundo y el Carnaval reía.

Ahora, cuando añoro su amor y les bendigo,

Profano mis recuerdos al trasnochar contigo.

Deja que llore; deja correr mi amargo lloro.

Unos tenemos llanto como otros tienen oro.

Pero lo mismo es todo. Reír…, llorar… ¡Lo mismo!

Somos un río negro rodando hacia un abismo.

La diferencia es pobre. La diferencia es leve:

Una onda lleva espuma y otra lleva nieve.

Ved la verdad.

                       Yo mismo tuve una edad florida;

Desparramé las horas; desperdicié mi vida.

Fui llama, y al ser llama, fui crédulo y fui ciego.

Porque ignoré que el humo es la vejez del fuego.

¿No adviertes mi humareda? Me quemo y me consumo.

¡Que nunca sea fuego quien tiemble de ser humo!

Y ahora, musa, canta lo que los dos sufrimos…

Alza tu voz sincera con que a sentir coadyuvas.

Las vides de mi verso se cargan de racimos:

¡Que sople un viento fuerte que haga caer las uvas!




29 noviembre 2011

Invitación

Visitantes, stalkers y mis dos seguidoras, los invito a ver mi canal de Youtube donde podrán encontrar mi último y mejor cover "Esta Navidad" del grupo de rock mexicano.Busquen mi canal como "huevocartoon2007" y automáticamente aparecerán mis videos :-) También les hago una invitación para que chequen mi otro blog "El Blog del Cover" (blogdelcover.blogspot.com) ahí encontrarán muchos otros covers, desde rock hasta clásicas y pronto rancheras jeje

26 noviembre 2011

Tú Dormías


Engastada en mis manos fulguraba

como extraña presea tu cabeza;

yo la ideaba estuches, y preciaba

luz a luz, sombra a sombra su belleza.



En tus ojos tal vez se concentraba

la vida, como un filtro de tristeza

en dos vasos profundos… Yo soñaba

que era una flor de mármol tu cabeza…



Cuando tu frente nacarada la Luna

como un monstruo en la paz de la laguna

surgió un enorme ensueño taciturno…



¡Ah, tu cabeza me asustó!... Fluía

de ella una ignota vida… Parecía

no sé qué mundo anónimo y nocturno…

25 noviembre 2011

Castigo


I



¡Yo te juré mi amor una tumba,

sobre un mármol santo!

¿Sabes tú las cenizas de qué muerta

conjuré temerario?



¿Sabes tú que los hijos de mi temple

saludan ese mármol

con la faz en el polvo y sollozantes

en el polvo besando?



¿Sabes tú las cenizas de qué muerta

mintiendo has profanado?...

¡No lo quieras oír, que tus oídos

ya no son un santuario!



¡No lo quieras oír!... como hay rituales

secretos y sagrados,

hay tan augustos nombres que no todos

son dignos de escucharlos!



II



Yo te di un corazón joven y justo…

¡Por qué te lo habré dado!...

¡Lo colmaste de besos; y una noche

te dio por robarlo!



Y con ojos serenos… el verdugo,

que cumple su mandato,

solicita perdón de las criaturas

que inmolará en el tajo…



Tú le viste serena, indiferente,

gemir agonizando,

mientras su roja sangre enrojecía

tus mejillas de nardo…



Y tus ojos… ¡mis ojos de otro tiempo,

que me temían tanto!

Ni una perla tuvieron, ni una sola:

¡Eres de nieve y mármol!



III



¿Acaso el que me roba tus caricias

te habrá petrificado?

¿Acaso la ponzoña del Leceto

te inyectó a su contacto?



¿O pretendes probarme en los crisoles

de los celos amargos

y me vas a mostrar cuándo me quieres,

después, entre tus brazos?...



¡No se prueban así con ignominias,

corazones hidalgos!

¡No se templa el acero damasquino

metiéndolo en el fango!



Yo te alcé en mis estrofas, sobre todas,

hasta rozar los astros:

tócale a mi venganza de poeta

dejarte abandonada en el espacio.


21 noviembre 2011

Fiera de Amor


Fiera de amor, yo sufro hambre de corazones,

de palomos, de buitres, de corzos o leones,

no hay manjar que más tiente, no hay más grato sabor,

había ya estragado mis garras y mi instinto,

cuando erguida en la casi ultratierra de un plinto,

me deslumbró una estatua de antiguo emperador.



Y crecí de entusiasmo; por el tronco de piedra

ascendió mi deseo como fulmínea hiedra

hasta el pecho nutrido de nieve al parecer;

y clamé al imposible corazón… la escultura

su gloria custodiaba serenísima y pura,

con la frente en mañana y la planta en ayer.



Perenne mi deseo en el tronco de piedra

ha quedado prendido como sangrienta hiedra;

y desde entonces muerdo soñando un corazón

de estatua, presa suma para mi garra bella;

no es mi carne ni mármol: una pasta de estrella

sin sangre, sin color y sin palpitación…



¡Con la esencia de una sobrehumana pasión!


Escrito por Delmira Agustini

Lo Inefable


Yo muero extrañamente… No me mata la vida, no me mata la muerte,

no me mata el amor; muero de un pensamiento mudo como una

herida… ¿No has sentido nunca el extraño dolor

de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida, devorando

alma y carne, y no alcanza a dar flor?



¿Nunca llevaste dentro una estrella dormida que te abrasaba

enteros y no daba un fulgor?...



¡Cumbre de los martirios!... Llevar eternamente, desgarradora

y árida, la trágica simiente clavada en las

entrañas como un diente feroz.



¡Pero arrancarla un día en una flor que abriera milagrosa, inolvidable!...

¡Ah, más grande no fuera tener entre

las manos la cabeza de Dios!





15 noviembre 2011

Madrigal

Y como dije en la mañana, aqui les dejo un poema que me llegó de repente... Espero les guste.


Estrellita gentil y graciosa

que brillas radiante y hermosa,

en mi cielo extraño y brumoso;

muy solo, muy triste, horroroso.



Estrellita encendida de amores,

no ocultes tu luz a mis ojos,

no escondas tus lindos colores

 te espero de hinojos.



Mujercita gentil y graciosa,

lucecita encendida de amores;

mujercita, estrellita: mi diosa.



Tu luz y besos espero,

consuela mis hondos dolores;
Te quiero,

Te quiero,

Te quiero.








1000

Vamos a la mitad del camino... sólo 400 visistas más y ya llego a los mil... Qué tal si cuando llegue a las mil visitas regalo un poema? Hoy más tarde escribiré un pequeño poema... mientras transcurra el tiempo de aqui hasta la tarde se me ocurrirá un pequeño poema con dedicación a una persona que quiero que me perdone...

12 noviembre 2011

Desiderata

Desiderata. Desiderata. Desiderata
Camina plácido entre el ruido y la prisa...
...y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio.
En cuanto sea posible y sin rendirte, mantén buenas
relaciones con todas las personas.
Enuncia tu verdad de una manera serena y clara
escucha a los demás, incluso al torpe o el ignorante:
también ellos tienen su historia.
Evita las personas ruidosas y agresivas,
ya que son un fastidio para el espíritu.
Si te comparas con los demás, te volverás vano y
amargado, porque siempre habrá personas más
grandes y más pequeñas que tú.
Disfruta de tus éxitos, lo mismo que de tus planes
mantén el interés en tu propia carrera por humilde
que sea: ella es una verdadero tesoro en
el fortuito cambiar de los tiempos...
sé cauto en tus negocios, porque el mundo está lleno de engaños...
... mas no dejes que esto te vuelva ciego para la virtud que existe.
Hay muchas personas que se esfuerzan por
alcanzar nobles ideales, la vida está llena de heroísmo.
Sé sincero contigo mismo. En especial no finjas el
afecto y no seas cínico en el amor...
...pues en medio de todas las arideces y
desengaños es perenne como la hierba.
Acata dócilmente el consejo de los años, abandonando
con donaire las cosas de la juventud
Cultiva la firmeza del espíritu, para que te
proteja en las adversidades repentinas
muchos temores nacen de la fatiga y la soledad
Sobre una sana disciplina, sé benigno contigo mismo.
Tú eres una criatura del universo, no menos que
las plantas y las estrellas, tienes derecho a existir.
Y sea que te resulte claro o no, indudablemente
el universo marcha como debiera.
Por eso debes estar en paz con dios, cualquiera
que sea tu idea de él, y sean cualesquiera
tus trabajos y aspiraciones.
Conserva la paz con tu alma en la bulliciosa
confusión de la vida.
Aun con toda su farsa, penalidades y sueños
fallidos, el mundo es todavía hermoso.
Sé cáuto.

Esfuérzate
por ser feliz.


POr el momento no publicaré más poemas hasta nuevo aviso... gracias por su comprensión. En estos momentos la inspiración se me fue jeje pronto regresará. Pero les aseguro que vendrán poemas más apasionantes y más profundos.

"El tiempo es una ilusión humana..."

27 octubre 2011

Idea original de la película "El Origen"

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas.

El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar.

Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.

A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistían un poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran tributarias del sueño, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían los de su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino. El hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que al pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatió contra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entre la cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación, éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira le quemaban los viejos ojos.

Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía.

Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.

En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.

El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le dolía apartarse de él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica, dilataba cada día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo eso había acontecido... En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente: El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.

Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer -y tal vez impaciente. Esa noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanqueaban río abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.

Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches secretas.

El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.

16 octubre 2011

Diálogo con Diós (por Facundo Cabral QEPD)

Dios tomó forma de mendigo y bajó al pueblo. Buscó la casa del zapatero; lo encontró y le dijo: “Soy muy pobre, no tengo ni una sola moneda en mi bolsa. Estas son mis únicas sandalias y están rotas; si me hicieras el favor…”. El zapatero le dijo: “Estoy harto de que todos vengan a pedir y nadie a dar”. Dios le dijo: “Yo te puedo dar todo lo que tú necesitas”. El zapatero desconfiado viendo un mendigo le preguntó: “¿Tú podrías darme el millón de dólares que yo necesito para ser feliz?”. El señor le dijo: “Yo puedo darte diez veces más que eso, pero a cambio de algo…”. El zapatero preguntó: “¿A cambio de qué?  “A cambio… a cambio de tus piernas”. El zapatero respondió: “¿Para qué quiero diez millones de dólares si no voy a poder caminar?”. Entonces el señor le dijo: “Puedo darte CIEN millones de dólares a cambio… de tus brazos”. El zapatero respondió: “¿Para qué quiero yo cien millones de dólares si ni siquiera voy a poder comer solo?” Entonces el señor le dijo: “Bueno, puedo darte mil millones de dólares a cambio de tus ojos.” El zapatero pensó un poco y respondió: “¿Para qué quiero yo mil millones de dólares si no voy a poder ver a mis hijos, a mi mujer, a mis amigos?”. Entonces el señor le dijo: “¡Ah, hermano, hermano! ¡Qué fortuna tienes, y no te das cuenta!”.

27 agosto 2011

Mil Disculpas

Estos días no he podido escribir mucho debido a situaciones personales, pero prometo poner el cuarto capítulo de "Nueva Vida, ¿Nueva Esperanza?" muy pronto.
Extrañaré mi rutina amorosa... Gracias por su atención.

Altibajos

Tristeza, Felicidad... Llorar, Reir... Desesperación, Alegría... Llorar de Tristeza, Llorar de Alegría... Extrañar, Olvidar... Sufrir, Amar...
Estos y más sentimientos rondan mi cabeza simultáneamente... pero me doy cuenta de una cosa... Estoy VIVO ...

22 agosto 2011

Frase 8

No espero más que tu sonrisa, que tu mirada... que tú... perfecta eres con tus errores... un humano sin errores, no es perfecto y tú... eres perfecta. No podía pedirle más a Dios.
Soy afortunado entre los afortunados y tú lo sabes.
Me has dicho que para mí, la presencia es mi forma de demostrar mi amor, pues tienes razón... no sé si lamentablemente o no pero, eso no lo puedo cambiar... por el momento, la presencia es muy importante para mí. Sé que me amas y sabes que te amo. Sé que no necesitas que te lo recuerde a diario. Sé que estás bien y feliz.
No miento al decir que soy afortunado. No miento al decir que sí, estoy sufriendo un poco. ¿Para qué mentirte? Sólo me estaría engañando a mí mismo.
Tú dices que tú eres la que va a cambiar su rutina... ¿y yo? Estos últimos meses mi rutina ha sido saludarte todos los días, darte un beso y un abrazo y vernos cada viernes para ver una película. Escribirte cartitas y ponerlas en tu casillero. Darte un dulce cada día. ¿No crees que yo no voy a cambiar mi rutina? Cambia el que se va, pero en este caso, también cambia el que se queda...
Algo que tengo que cambiar de mi... soy muy posesivo, y no me molesta que te veas a tus amigas, no me molesta que no te conectes... me molesta que estés presionada. Yo no quiero ser un estorbo para tus planes.
Tenemos que hablar, en persona, no por teléfono... y te tengo que confesar algo... no eres la única persona que está presionada.
Te amo.

21 agosto 2011

Top 5 iTunes, Capítulo 4

Cada semana pondré los Top 5 de iTunes... También el próximo mes pondré el capítulo 4 de "Nueva Vida, ¿Nueva Esperanza?" . Esperen lo inesperado... aunque siga teniendo un seguidor.